La
Soberbia
Isaías
14:12-15;
de naciones!
13 Tú que habías dicho en tu corazón: «Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios
alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte.
14 Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo.
15 ¡Ya!: al seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo.»
El Pecado
“Soberbia” viene del latín “superbia”, y éste está formado por dos vocablos: el superlativo “súper” + la raíz “bía”; lo primero significa “altura, exceso, superior”, y lo segundo quiere decir “fuerza, violencia”. Se puede traducir por “Fuerza Superior”. Según Santo Tomás de Aquino, Soberbia es el “apetito desordenado de la propia excelencia”. En otras palabras, es situarnos en Un renglón por encima de los demás. Y se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, Cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los “superiores” y a las leyes.
La Soberbia no sólo desobedece, sino que además se sitúa a sí misma en el lugar de Dios, y de ahí procede su importancia capital. Nosotros somos hijos de la Naturaleza y podemos decir que cometemos Soberbia cuando creemos que somos los mejores seres que ha creado la Naturaleza, cuando nos situamos por encima de los otros seres vivos o, incluso, cuando creemos que estamos
por encima de la propia Naturaleza y tratamos de dominarla a nuestro antojo, maltratándola y destruyéndola como lo hemos venido haciendo a tal punto de poner su existencia en peligro.
La Soberbia es la máxima expresión del Ego, es Ego puro (hablar de Ego y de Soberbia es hablar de lo mismo), y se hiere fácilmente. Es lógico si pensamos que ella se cree la directora de orquesta y, para mantener esa imagen ilusoria, no va a permitir que nada ni nadie la sitúen en su justo lugar; por eso se rebota.
Defenderá a capa y espada que ella tiene razón. Como la realidad indica justamente lo opuesto, la vía alternativa que le queda es adueñarse de nuestra mente. Prácticamente, en el instante
después de nacer la Soberbia, aunque sus raíces son emocionales y se ancla en el Alma, se procede a esta “ocupación”. Una vez allí, crea un mundo ilusorio donde nos sitúa a nosotros como reyes y, de este modo, nos controla y lo controla todo. Fijémonos en este hecho: cada vez que nos sentimos juzgados observamos el mundo como si nosotros fuéramos el centro del universo; ésa es la prueba de ese mundo irreal que nos fabrica el ego.
La Soberbia es arrogante, y por ello cree no necesitar nada ni nadie. Sin embargo, se mete a sí misma en una paradoja: para existir necesita de la participación de los demás, de un entorno, de una realidad, porque si no, no tiene sentido engrandecerse y pavonearse. Creyéndose dueña de todo, es así como se convierte en esclava de todo. Pero eso nunca lo aceptará, ya sabemos que ella siempre tiene la razón.
El mayor ejemplo de esto es el relato de Ester:
Ester 3:1 – 7:10;
La Humildad
Lucas 22:39-44;
39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron.
40 Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»
41 Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba
42 diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.
44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
Filipenses 2:1 – 11;
1 Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión,
2 que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos.
3 Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo,
4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
10 Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.
Por duro que parezca, la única y mejor opción que tenemos para trascender la Soberbia es el Realismo. “Humildad” tiene dos raíces latinas: “humiliatis”, que significa abajarse o arrodillarse y de la cual nace el verbo “humillar” y “humillarse”, y “humus”, que significa tierra. En otras palabras, ser humilde significa pisar tierra o, incluso, arrodillarse ante ella, lo cual implica ceder, dejar de oponer una resistencia y aceptar. Pero, ¿ceder ante qué? ¿Aceptar el qué?
Para ser humilde debemos
Ser un ejemplo para los demás. Ser humilde es una filosofía de vida. Es ser íntegro con uno mismo y con cómo sentimos el mundo y el Universo. Si los demás aprenden algo de nuestra filosofía, está bien, pero si no lo hacen también está bien, porque cada uno tiene su camino. La Humildad no se impone. No somos humildes si vivimos para enseñar, sí lo somos si vivimos para servir. Que cada uno tome lo que necesite de aquello que nosotros damos.
Rebajarse. No se trata de reconocerse como menos que los demás, eso entra en la dualidad y da pie a que surja el Ego diciendo “¿y Yo por qué debería ser menos?”, dando paso seguramente a la Envidia. Tampoco se trata de ser más culpables, más “pecadores”, y más peores que otros, porque todo lo “más” es Soberbia. Además, demuestra una falta de Caridad, y si falta la Caridad es que falta también la Humildad (si la Soberbia es la madre de todos los pecados, la Humildad es la madre de todas las virtudes). Lo único real es que SOMOS. Ni más ni menos, sólo SOMOS. Por lo tanto, no se logra Humildad al humillarse o al humillar a otros, aunque el verbo “humillar” comparta la misma raíz latina que la Humildad.
Una imagen. Todos nos hemos formado alguna vez una imagen de lo que creemos que es la Humildad, y una imagen siempre puede convertirse en una máscara que nos podemos poner para representar un papel. Eso jamás será Humildad. Por lo tanto: NO soy humilde si rechazo halagos diciendo “no es verdad, no tiene mérito…” y cosas similares porque estoy actuando de acuerdo con lo que creo que está bien y que parece humilde, cuando en realidad es Vanidad; evidentemente, tampoco soy humilde si me creo los halagos y me crezco, también eso es Vanidad, pero sí soy humilde si acepto los halagos (le hago un bien a la otra persona, porque necesita reconocer un agradecimiento y eso siempre es bueno) pero sin perder el norte, la orientación de lo que es real. Tampoco soy humilde si persigo la Humildad con el fin de “mejorar”, pues sólo el ego necesita ser más y mejor, así que en realidad estaría persiguiendo una imagen que me he formado de la Humildad y no estaría aceptando que soy.
Resignación y Abandono. No es humilde el que, creyendo que acepta, deja las cosas tal como están. Me refiero a casos del tipo “Ah, acepto el hambre en el mundo como algo que simplemente es; por lo tanto, no tengo que hacer nada” o bien “Como acepto mis defectos, cada vez que la cague puedo decir que es que Yo soy así”. Eso puede ser Soberbia y Pereza, pero jamás Humildad. Es el ego el que decide que todo debe cambiar para adaptarse a su peculiar forma de ser, o el que se queja si algo cambia y se mueve justo ahora que estábamos más cómodos. Una cosa es hacer un parón de vez en cuando porque seguimos los ritmos naturales de la Vida y éstos a veces nos piden descanso, pero otra cosa muy distinta es no hacer nada. Si somos humildes reconoceremos que es tan realista aceptar el hambre en el mundo como aceptar que hay que servir al mundo para que exista equilibrio y se compense esa hambre, y es tan realista aceptar nuestros defectos como aceptar el trabajo diario en pos de las virtudes. Recordemos que la Humildad requiere ambos polos, en vez de la aceptación de un solo lado de la moneda. La Humildad juega con la dualidad trascendiéndola y unificándola en una idea de Unidad. Sólo tiene sentido algo si se trabaja su complementario.
Un acto de Justicia. A veces creemos hacer un bien al mundo por el hecho de ser humildes. incluso, sin darnos cuenta, usamos la Humildad como una forma de venganza o como defensa de una verdad. Todo eso es ego. No somos humildes si pretendemos algo similar a lo que acabo de mencionar. El humilde ya es objetivo y justo, no necesita administrar justicia con su obra.
La Verdad. Pensamos que por ver las cosas tal como son alcanzamos la Verdad, y lo cierto es que no es así. Humildad sólo es realismo. El término “Verdad” es algo con lo que juega la mente en el dominio de la Soberbia. Puede que la Verdad no esté a nuestro alcance… o puede que sí. Poco importa, pues el humilde no tiene la pretensión de apoderarse de ella, eso lo hace la Soberbia. quien se acerca mucho al Sol, se quema.
Para ser humilde debemos
Ser un ejemplo para los demás. Ser humilde es una filosofía de vida. Es ser íntegro con uno mismo y con cómo sentimos el mundo y el Universo. Si los demás aprenden algo de nuestra filosofía, está bien, pero si no lo hacen también está bien, porque cada uno tiene su camino. La Humildad no se impone. No somos humildes si vivimos para enseñar, sí lo somos si vivimos para servir. Que cada uno tome lo que necesite de aquello que nosotros damos.
Rebajarse. No se trata de reconocerse como menos que los demás, eso entra en la dualidad y da pie a que surja el Ego diciendo “¿y Yo por qué debería ser menos?”, dando paso seguramente a la Envidia. Tampoco se trata de ser más culpables, más “pecadores”, y más peores que otros, porque todo lo “más” es Soberbia. Además, demuestra una falta de Caridad, y si falta la Caridad es que falta también la Humildad (si la Soberbia es la madre de todos los pecados, la Humildad es la madre de todas las virtudes). Lo único real es que SOMOS. Ni más ni menos, sólo SOMOS. Por lo tanto, no se logra Humildad al humillarse o al humillar a otros, aunque el verbo “humillar” comparta la misma raíz latina que la Humildad.
Una imagen. Todos nos hemos formado alguna vez una imagen de lo que creemos que es la Humildad, y una imagen siempre puede convertirse en una máscara que nos podemos poner para representar un papel. Eso jamás será Humildad. Por lo tanto: NO soy humilde si rechazo halagos diciendo “no es verdad, no tiene mérito…” y cosas similares porque estoy actuando de acuerdo con lo que creo que está bien y que parece humilde, cuando en realidad es Vanidad; evidentemente, tampoco soy humilde si me creo los halagos y me crezco, también eso es Vanidad, pero sí soy humilde si acepto los halagos (le hago un bien a la otra persona, porque necesita reconocer un agradecimiento y eso siempre es bueno) pero sin perder el norte, la orientación de lo que es real. Tampoco soy humilde si persigo la Humildad con el fin de “mejorar”, pues sólo el ego necesita ser más y mejor, así que en realidad estaría persiguiendo una imagen que me he formado de la Humildad y no estaría aceptando que soy.
Resignación y Abandono. No es humilde el que, creyendo que acepta, deja las cosas tal como están. Me refiero a casos del tipo “Ah, acepto el hambre en el mundo como algo que simplemente es; por lo tanto, no tengo que hacer nada” o bien “Como acepto mis defectos, cada vez que la cague puedo decir que es que Yo soy así”. Eso puede ser Soberbia y Pereza, pero jamás Humildad. Es el ego el que decide que todo debe cambiar para adaptarse a su peculiar forma de ser, o el que se queja si algo cambia y se mueve justo ahora que estábamos más cómodos. Una cosa es hacer un parón de vez en cuando porque seguimos los ritmos naturales de la Vida y éstos a veces nos piden descanso, pero otra cosa muy distinta es no hacer nada. Si somos humildes reconoceremos que es tan realista aceptar el hambre en el mundo como aceptar que hay que servir al mundo para que exista equilibrio y se compense esa hambre, y es tan realista aceptar nuestros defectos como aceptar el trabajo diario en pos de las virtudes. Recordemos que la Humildad requiere ambos polos, en vez de la aceptación de un solo lado de la moneda. La Humildad juega con la dualidad trascendiéndola y unificándola en una idea de Unidad. Sólo tiene sentido algo si se trabaja su complementario.
Un acto de Justicia. A veces creemos hacer un bien al mundo por el hecho de ser humildes. incluso, sin darnos cuenta, usamos la Humildad como una forma de venganza o como defensa de una verdad. Todo eso es ego. No somos humildes si pretendemos algo similar a lo que acabo de mencionar. El humilde ya es objetivo y justo, no necesita administrar justicia con su obra.
La Verdad. Pensamos que por ver las cosas tal como son alcanzamos la Verdad, y lo cierto es que no es así. Humildad sólo es realismo. El término “Verdad” es algo con lo que juega la mente en el dominio de la Soberbia. Puede que la Verdad no esté a nuestro alcance… o puede que sí. Poco importa, pues el humilde no tiene la pretensión de apoderarse de ella, eso lo hace la Soberbia. quien se acerca mucho al Sol, se quema.
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