viernes, 5 de abril de 2013

Cristo y el Hogar

Con y Sin Cristo en el Hogar



Había una vez en un pueblo lejano muy lejano dos familias vecinas, que aunque estaban muy cercanas físicamente, sus pensamientos, creencias y decisiones se encontraban en orillas diferentes de un rio.

La familia Ojeda estaba conformada por un humilde carpintero llamado José, una querida costurera llamada María quienes tenían dos hijos, Santiago y Juan. Los cuales estaban para terminar el bachillerato y querían seguir sus estudios técnicos para entrar a trabajar y así contribuir a la tranquilidad del hogar, pues siempre existían momentos de angustia por falta de dinero.

Y la familia Torrenegra conformada por Joaquín, un capataz de construcción mal humorado, bebedor y mujeriego, su esposa era Catalina una frustrada mujer que tuvo que abandonar los estudios al quedar embarazada de Pepe, un joven rebelde y de mala cabeza que andaba siempre en malos pasos y con malas compañías. Y Julia, la menor de la familia consentida de papi y mami, a la que le daban todo por ser la niña de papá.

José aunque era humilde siempre tenía éxito en los trabajos que hacía, pues era muy espiritual y había acostumbrado a su familia a reconocer a Dios en sus vidas. Desde pequeños enseñó a sus hijos a reconocer a Dios en todos sus caminos, y ellos siempre tenían en cuenta la opinión de sus padres y los principios cristianos.

Un día Juan, el hijo menor de los Ojeda, fue invitado por Pepe a un partido de futbol en el estadio de la ciudad, Juan que admiraba a Pepe lo siguió. Estando en mitad del partido y luego de que Pepe le presentara algunos amigos, éste le ofreció una pastillita que hacia subir al cielo y ver estrellitas. Juan tentado y al ser presionado por toda la camada fingió tener dolor de estomago y ganas de ir al baño.

Juan, te tengo un regalito, algo que te puede hacer subir al cielo y ver estrellas. Todos acá ya la usamos y la pasamos de maravilla. Hasta las chicas la usan porque las excita más rápidamente. - Le ha sugerido Pepe a Juan con mucha picardía.

Este, Pepe no sé, tu sabes que eso no está bien y a mí no me llama mucho la atención que digamos. Yo te aprecio mucho, pero eso no va conmigo. Como que me cayó el mango mal porque tengo ganas de vomitar. - Le respondió con cierto temor Juan al perverso amigo. 


No me digas que tienes miedo. ¿Te vas a rajar? Yo pensé que eras un macho, como yo. Mira que hasta las chicas lo hacen y ellas la pasan rico. –Siguió insistiendo el tentador. 

Ese mango como que estaba pasado, porque tengo ganas de vomitar. Hombre, espérame un momento que voy a ir al baño. – Se excusó el joven tratando de evadir el peligro.

Y levantándose se dirigió al baño a lavarse la cara y a pensar cómo zafarse de las intenciones de su malévolo amigo. 

Joda Pepe se la embarró, eche, está perdido él y quiere joderme a mí, es verdad lo que dice Santiago, a metros con ese chico.

Y Juan haciendo alarde de diplomacia y suspicacia se zafó del grupo de amigos, no pudo terminar de ver el partido. Se retiró y se fue para su casa en bus. Angustiado por lo que le había pasado esperó a que llegara su padre para contarle lo sucedido.

Juan en la noche le cuenta a su papá José lo que le había pasado con Pepe y éste le comenta: 

Te he dicho que no andes con ese joven, ese muchacho va a terminar mal. Lo mejor que puedes hacer es irte alejando poco a poco para que no se dé cuenta, pero si tú no te alejas tendré que tomar cartas en el asunto.

Si papá hoy me quedó claro qué destino quiero tener y no es el de Pepe. – Le respondió el angustiado joven a su padre.

En la noche en medio de la oscuridad José esperó que todos se durmieran, incluida su esposa e hizo una oración para proteger a sus hijos del mal:

Señor Jesucristo, te doy gracias porque protegiste a Juan del mal camino, aunque no es muy religioso, nuestras enseñanzas lo han preparado para saber discernir el bien del mal, y escoger el bien. Protege a mis dos hijos salvador nuestro y mantenlos alejados del mal camino. A Pepe Dios mío guíalo y bendice su hogar, entra en ese hogar lleno de oscuridad, ten piedad de Joaquín y bendícelo, amén.

Un día José se enfermó como muy pocas veces lo había hecho en su vida, angustiada, María lo llevó al médico quien lo remitió a piso porque tenía un principio de neumonía. El médico al hablar con María le comentó la situación a ella sola.

Señora es necesario que tengamos a su esposo en observación, puesto le hemos detectado una leve infección a nivel de los bronquios que no queremos que pase a mayores. 


¿Doctor es grave lo que tiene mi esposo?

No se preocupe señora si se atiende a tiempo todo tiene solución. 

Mija no me gusta ni estar enfermo ni los hospitales. – Le confiesa José a su esposa con mucha tristeza desde el cuarto. 

Si te toca quedarte por un tiempo te va a tocar. No seas terco, que con la ayuda de Dios todo va a salir bien. – Le respondió con energía la preocupada mujer una vez entró nuevamente al cuarto y de haber terminado de hablar con el doctor que atendía a José. 

Llama a nuestros hijos para que sepan dónde estamos y no se preocupen tanto. – Le insistió el enfermo. 

Ya los llamo, tú quédate acostado y te vas a tomar las pastillas que el médico te mande. Y si te toca inyectar no vas a chistar.

María, en la puerta del hospital, se comunica por celular con su hijo mayor, Santiago, quien un poco angustiado y extrañado por la inusual enfermedad de su papá localiza a Juan y juntos toman un autobus para llegar a ver a su padre.

Al llegar, toda la familia rodea a José que se siente un poco triste por ser él ahora quien necesita de la protección, atención y amor de su familia. La cual en estos momentos sabe que la unión y la fe es lo mejor para la salud del enfermo. 

Hay mija, no pensé en estos momentos estar así, en un hospital pinchándome todo el día y con ustedes cuidándome, cuando siempre he sido yo el que los ha protegido siempre. - Expresa con tristeza José. 

Hombe papi cógela suave que como en muchas ocasiones, con la ayuda de Dios salimos de esta. No hay mal que por bien no venga, de pronto lo mejor para ti es estar ahora en este lugar. - Lo alienta Santiago, el mayor. 

Aja descansa y disfruta del cuidado que te estamos dando. Ya vimos que no eres de hierro, que eres humano y le tienes miedo a las inyecciones ah. - Lo molesta Juan, el menor.

Y riendose de la situación entienden que todo el tiempo no se puede ser infalible a las enfermedades y al tiempo, puesto que los años no vienen en vano.

Cada noche que pasaba José en el hospital oraba por su salud, por su familia y por sus vecinos.



Señor te ruego que según tu voluntad, me permitas volver con mi familia a salvo. Cúrame oh Dios de la sanación, en tus manos encomiendo mi cuerpo, mi salud y mi familia. Señor lleva tu luz a mi vecino Joaquín.

Lo mismo hacía María y sus hijos. Oraban cada noche por la salud de su esposo y su padre respectivamente. Ya que el médico les había comentado que si José hubiese llegado tres días más tarde hubiera sido muy difícil hacer algo para salvarlo.



Catalina, la vecina, al notar la casa vacía y ver que José ya hacía varios días no había vuelto a la casa, decidió preguntarle a María por su marido. 

Aja María y ¿José donde está que hace como cinco días que no lo veo y no ha venido tampoco?. Y veo que tus hijos una vez que llegan del colegio se cambian y salen de una. 

Es que José esta internado en el hospital porque tuvo una pequeña infección en los pulmones y nos lo dejaron internado, mientras los médicos le tratan la infección. Esto ha sido muy duro para mí y para los chicos porque nunca habían visto a su papá enfermo. 

Bueno que se mejore pronto José es raro verlo enfermo. Le desea la curiosa vecina.  

Por la noche al llegar su marido a la casa, Catalina le comentó a Joaquín las dificultades por las que pasaban los Ojeda y la enfermedad de José, el jefe de esa familia. 

Imagínate, amor, que José está enfermo y está hospitalizado desde hace varios días, y María y los pelaos no andan al lado.

Aja y a ti que te importa, que ¿estás preocupada por el vecino? 

!Tú como siempre, con esos malditos celos¡. ¿No son vecinos nuestros?. Cada vez que necesitas un favor sales corriendo a pedirle ayuda a José. Le increpó Catalina a su esposo por la respuesta agresiva de éste. 

Que nada, eche, ¿No y que tiene la protección de Dios?, pues que su Dios lo cure, tanto que habla de él. Vamos a ver si tanta oracioncita y tanta ida a misa le van a servir para sacarle el cuerpo a la huesuda, esa cuando viene no la detiene nadie. Por eso hay que gozar la vida como se pueda y cuando se presente la ocasión. – Fue la respuesta soberbia y razante de Joaquin.  

Definitivamente tu eres único, no le temes a Dios ni a la muerte, yo no sé que me pasó por la cabeza cuando me enamoré, me tienes decepcionada. Le gritó con decepción la mujer ya malhumorada. 

!Pa joderte¡, si quieres irte allí está la puerta, pero te llevas a esos pelaos porque yo no voy a arriar con ninguno. Si se van se van todos.

Y a los 7 días de haber sido internado José y luego de una fuerte lucha contra la infección, el cuerpo de José respondió muy bien a los antibióticos y tratamientos de los médicos. Todos estaban felices porque el padre y esposo volvía a casa sano y salvo. La crisis los había unido y había hecho que el amor de pareja y familia se fortaleciera mucho más. Ellos sabían que Cristo y los médicos eran la fórmula para curar y pasar la crisis.



Tres meses después de esto Joaquín empezó a sentirse mal. Por las noches no podía dormir. Ya angustiado por su salud fue donde su hermano Alberto, quien vivía en otra ciudad cercana y era el mayor de todos sus hermanos, para desahogarse. Al estar solos le dijo: 

Hace ya como una semana que no puedo dormir y cada vez que orino me arde. Y ya no me da ganas de echarme una cana al aire. Estoy jodido hermano. 

Eche hermano, no me digas que ya no puedes, tu sabes. – Le preguntó su hermano Alberto. 

Tu sabes que yo siempre estoy en disposición y a las chicas no se les puede fallar. Ya hace rato que no consigo nada bueno de trabajo pura cosa pequeña, el Pepe anda perdidó en la droga y la niña de vaina no me ha salido loca. – Se quejaba Joaquin con su hermano. 

Eso crees tu hermano, hace como quince días tuve que regañarla porque la encontré en un malecón a oscuras con dos pelados del colegio y la tuve que regañar. – Le informó el tío de la muchacha, el cual viajaba costantemente a la ciudad vecina a hacer sus negocios y a visitar a sus amantes. 

¿Cómo va a ser, y tú no me habías dicho nada? . Estas jodido, con hermanos como tú para que enemigos. 

Conociéndote sabía que la ibas a maltratar sin remordimiento y también ibas a arremeter contra Catalina, la que ya mucho has desgraciado con la vida que le has dado. – Le hizo saber Alberto. 

!Estoy mas salado que pescado atrapado en salina¡. Eche, voy a tener que hacerme un trabajo porque ya no aguanto esta mala suerte estoy que me tiro al mar. – Le informó Joaquin.

De vuelta a la ciudad donde residía, una vez Joaquín llegó a su casa la emprendió contra Julia, su consentida, y le pegó duramente por lo que interveno Catalina, su esposa y madre de la niña, recriminandole el maltrato a su hija. 

¿Porqué vienes endemoniado, que te pasa?, ¿Ya no es suficiente con la vida que nos das? A mi me tratas como un trapo, a Pepe ni le prestas atención a todo lo que hace, ya está perdido en la droga y ahora a Julia la golpeas sin ni siquiera decir porqué. ¿De dónde vienes que traes al diablo encima o es que tú lo eres? 

Ya estoy aburrido de esta situación nada me sale bien, tú vives frustrada y amargada, el otro no sirve para nada y ahorita hay que irlo a recoger a la mitad de la calle cuando ya no se acuerde ni de su propio nombre. Y ahora ésta degenerada la encontró el tío en el malecón con dos tipos, ni siquiera con uno con dos. Le recriminó a las dos por tal información recibida. 

Es que tú traes el mal encima, debes estar es embrujado por tanta cosa mala que has hecho, quien sabe que mujercita ardida te habrá echado algún mal por lo perro que eres. Ya vete a dormir y dejamos en paz. Le recriminó la mujer completamente desfigurada por la ira y la frustración de su alma. 

Mañana vamos donde tu tío Casimiro para que nos eche la suerte y ver si tengo algún trabajito encima y me lo quita. – Le respondió Joaquin a su esposa sobre la idea de visitar el tio de ésta, quien era un brujo reconocido de la ciudad y siempre visitaba Joaquin para echarse la suerte.


Y así fue, lejos de reconocer la falta de Dios, de buscar en Jesucristo el perdón, la reconciliación y la sanación, Joaquín buscó salidas oscuras y equivocadas. El tío Casimiro, con tal de ganarse la platica como buen charlatán, le confirmó lo que sospechaban y le envió a tomar a Joaquín un brebaje que lejos de mejorarle la situación le empeoró el estado de salud que tenía y el cual no había querido tratar Joaquin como debe ser, con Dios y la Medicina.




Joaquín en menos de 7 días fue consumiéndose y acabándose como un árbol que se seca y se marchita. A los 10 días de haberse tomado el brebaje y de ponerle velas a toda fuerza oscura, Joaquín conoció a la huesuda, tal y como él lo había predicho con la suerte de José. 


Lo que nunca Joaquín quiso saber es que sí hubo uno que le sacó el cuerpo a la muerte y la venció en su propio reino resucitando y viviendo para siempre… Jesucristo.

 

Joaquin tenía sida sin saberlo, pero no murió de eso, sino de una infección urinaria y una inflamación de la próstata que, al no ser tratada lo llevó a una asepcia mortal. Por fin, Catalina pudo recoger a sus hijos y juntos pudieron salir adelante a todas las adversidades. Tuvieron que pasar muchas necesidades después de todas estas cosas, pero con el consuelo de sus vecinos y alejándose de su tio Casimiro pudo encontrar la paz para su familia.




Pensada y Escrita por Henry Castro de La Hoz


 

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