La
condición del hombre, El Pecado.
Romanos 3:9-18;
9. ¿Tenemos,
entonces, alguna superioridad? Sí y no. Acabamos de demostrar que
todos, judíos y no judíos, están bajo el dominio del pecado,
10. como dice la
Escritura:
11. No hay nadie
bueno, ni siquiera uno. No hay ninguno sensato, nadie que busque a
Dios.
12. Todos se han
extraviado, ya no sirven para nada. No hay quien obre el bien, ni
siquiera uno.
13. Su garganta
es un sepulcro abierto, y con su lengua urden engaños.
14. Sus labios
esconden veneno de serpiente y su boca está llena de maldiciones y
amargura.
15. Corren a
donde puedan derramar sangre.
16. Detrás de
ellos dejan ruina y miseria.
17. No conocen el
camino de la paz,
18. el temor de Dios
es lo que menos recuerdan.
Meditemos:
Tal
como en la antigüedad y a lo largo de todos los tiempos, y en
especial hoy en día vemos como el hombre por instinto recurre al
pecado. Vemos como el mundo cada día intenta sacar de los hogares,
de las escuelas, de las oficinas, de los medios a Dios. Tratan de
cambiar las leyes divinas y naturales por leyes humanas abominables
(El matrimonio homosexual y la capacidad de adoptar niños es
abominable desde cualquier punto de vista racional). Si fuera por
nuestra propia cuenta nos comeríamos unos a otros, como lobos
hambrientos de sangre. Podemos ver a diario como la sangre colombiana
se derrama sin cesar, como padres violan a sus hijos; como esposos
matan a sus esposas sin ningún remordimiento y con toda la sevicia
del caso.
Esto es a
causa de la falta de Dios, del irrespeto a sus leyes, a sus mandatos.
Hoy día vemos como los días santos son tomados para rumbear, ir a
playas y discotecas en vez de aprovecharlos para encontrarnos con
Dios y con nuestro señor Jesucristo en busca de paz y
direccionamiento en medio de nuestra vida agitada y estresada.
El pecado es
la condición natural del hombre que no tiene a Dios en su corazón,
que solo sigue los deseos y la codicia de su propia naturaleza
pecadora sin mirar hacia el cielo. Oremos porque el hombre vuelva a
Dios en busca de la paz y la felicidad verdadera.
El pecado de Adán y la entrada
de la muerte.
Romanos 5:12-14;
12. Un solo hombre hizo entrar el pecado en el mundo, y por el pecado
la muerte. Después la muerte se propagó a todos los hombres, ya que
todos pecaban.
13. No había Ley todavía, pero el pecado ya estaba en el mundo.
Mientras no había Ley, nadie podía ser tenido por rebelde, pero no
obstante el pecado estaba en el mundo.
14. Por eso, desde Adán
hasta Moisés, la muerte tuvo poder, incluso sobre aquellos que no
desobedecían abiertamente como en el caso de Adán. Pero otro Adán
superior a éste había de venir.
Meditemos:
El pecado se propagó
sobre la raza humana como peste mortal, que fue llenando a las
familias humanas de sufrimiento, pena, desolación y muerte. Desde la
caída de Adán hasta la vida de Moisés no hubo ley que nos mostrara
el pecado y por lo tanto la muerte implantó en toda la humanidad su
dominio. Guerras, sacrificios humanos, adoración de demonios e
inmoralidad sexual de todo tipo llevaron al hombre a esclavizar al
hombre, a tomarlo como objeto que se compra y se vende perdiendo ya
la dignidad de imagen de Dios.
Y la muerte fue la
condición natural de todo ser humano, puesto que en nuestra
naturaleza, el pecado se hizo parte de nosotros. Y porque todos
pecamos, sin tener en cuenta ninguna condición todos morimos. Y si
no fuera por la intervención de Dios en la persona de Cristo Jesús,
el nuevo Adán, nuestra última morada sería el sepulcro premio a
nuestra condición de pecadores.
Por eso oremos porque al
morir en el bautismo de Cristo podamos acceder a la vida eterna que Él ganó por nosotros y seamos esclavos del Espíritu Santo para
gloria de Dios padre y la victoria de cada uno de nosotros sobre el
pecado y la muerte. Amén.
El Don y la Gracia de Dios Padre.
Romanos 5:15-17;
15. Así fue la caída; pero el don de Dios no tiene comparación.
Todos mueren por la falta de uno solo, pero la gracia de Dios se
multiplica más todavía cuando este don gratuito pasa de un solo
hombre, Jesucristo, a toda una muchedumbre.
16. No hay comparación entre lo que pasó con este pecador único y
el don de Dios en la hora presente. La condenación procedía de una
sentencia individual, pero ahora son rehabilitados una multitud de
pecadores.
17. Y
si bien reinó la muerte por culpa de uno y debido a uno solo, con
mucha mayor razón la vida reinará gracias a uno solo, Jesucristo,
en todos aquellos que aprovechan el derroche de la gracia y el don de
la verdadera rectitud.
Meditemos:
Pero Dios, como el mejor
de los padres del universo tal cual hijos pródigos perdidos en
nuestra inmundicia, planea y lleva a cabo con lo mejor de su
sabiduría infinita el plan de salvación en Cristo Jesús. Y
preparando los tiempos envía a su hijo único para que siendo hombre
de condición perfecta y sin mancha muriera por todos los hombres
pecadores, para que el castigo que debíamos recibir, esto es la
muerte, lo recibiera el Santo de Israel de una vez y para siempre.
Así, si por el pecado de
un hombre perfecto entró la muerte, por la muerte y el sacrificio de
un hombre superior y mejor que el que pecó, pudiera entrar la vida
eterna y la gracia de Dios fuera ahora la nueva condición de todos
los hombres que aceptan y reciben el don gratuito de la salvación en
Jesucristo.
Oremos porque la iglesia,
la comunidad de los hombres que han recibido la gracia y salvación
de Dios se mantenga unida a su Señor y Salvador Jesucristo. Para que
seamos capaces de vencer el pecado en nuestras vidas, en nuestras
familias y en nuestro municipio. Amen.
La
muerte traída por Adán y la vida eterna traída por Jesucristo.
Romanos 5:8-21;
18. Es verdad que una sola transgresión acarreó sentencia de muerte
para todos, pero del mismo modo la rehabilitación merecida por uno
solo procuró perdón y vida a todos.
19. Y así como la desobediencia de uno solo hizo pecadores a muchos,
así también por la obediencia de uno solo una multitud accede a la
verdadera rectitud.
20. Al sobrevenir la Ley, el pecado tuvo más auge, pero donde abundó
el pecado, sobreabundó la gracia.
21. Y del mismo modo que el pecado
estableció su reinado de muerte, así también debía reinar la
gracia y, después de restablecernos en la amistad con Dios, nos
llevará a la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Meditemos:
El hombre, Adán, pecó y
por ser hijos de Adán todos pecamos y morimos a causa de nuestro
pecado. Adán era perfecto en el momento que pecó por lo que al
morir su sangre no era suficiente para pagar la deuda tan grande que
la desobediencia ciñó sobre su descendencia. Y no se hayo ya hombre
perfecto y sin mancha que pudiera pagar con creces la transgresión
hecha por el padre de todos los hombres. ¿Y quien podía retar a la
muerte? ¿Quién tendría el poder para quitarle su dominio sobre la
raza humana? ¿Quién sería digno de pagar con creces y aun tener
suficiente para humillar a la muerte?
El hijo del hombre,
Jesucristo, el cordero de Dios. Hombre santo desde su nacimiento,
perfecto en conducta y libre de mancha alguna. Su boca jamás
profirió mentira y su obediencia perfecta al Padre es motivo hoy de
nuestra adoración. Bebió el cáliz de la amargura y por sus llagas
hemos sido sanados. En su humillación eran nuestras transgresiones
las que lo crucificaban, eran nuestras rebeldías las que lo
coronaban con espinas. Su sangre pagó el rescate que nos trae la
paz. Y la muerte fue por fin humillada hasta el extremo. Porque Dios
no dejó que su santo se corrompiera en el sepulcro y lo resucitó
siendo el primero en vencer la muerte y de una vez para toda la
eternidad.
Oremos porque la
resurrección de Cristo nos traiga la paz a nuestros hogares, que
permitamos que entre su amor y su gracia santificadora a nuestras
almas. Bendito sea el hijo del hombre, bendita sea su santa sangre
redentora y bendita sea la hora de su resurrección que es la paz
para la humanidad. Amén.
La muerte de Cristo y la victoria sobre el pecado.
Romanos 6:1-11;
1.
¿Qué conclusión sacaremos? ¿Continuaremos pecando para que la
gracia venga más abundante? ¡Por supuesto que no!
2. Si hemos muerto al pecado, ¿cómo volveremos a vivir en él?
3. Como ustedes saben, todos nosotros, al ser bautizados en Cristo
Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte.
4. Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así
como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del
Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva.
5. Una representación de su muerte nos injertó en él, pero
compartiremos también su resurrección.
6. Como ustedes saben, el hombre viejo que está en nosotros ha sido
crucificado con Cristo. Las fuerzas vivas del pecado han sido
destruidas para que no sirvamos más al pecado.
7. Hemos muerto, ¿no es cierto? Entonces ya no le debemos nada.
8. Pero si hemos muerto junto a Cristo, debemos creer que también
viviremos con él.
9. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no
muere más; desde ahora la muerte no tiene poder sobre él.
10. Así, pues, hay una muerte y es un morir al pecado de una vez
para siempre. Y hay un vivir que es vivir para Dios.
11. Así también ustedes deben
considerarse a sí mismos muertos para el pecado y vivos para Dios en
Cristo Jesús.
Meditemos:
Cristo con su muerte y resurrección
nos hizo libres, antes éramos esclavos sin ninguna oportunidad de
liberarnos del pecado. Nuestra naturaleza nos ataba al pecado y con
el pecado a la muerte, esa era su fuerza. Y lejos de la gracia de
Dios, de su amistad no éramos participes de su Espíritu Santo, que
es verdadera luz y verdadera vida.
Cuando somos bautizados
morimos con Cristo, pero como Cristo no se quedó en el sepulcro
tampoco nosotros somos hijos del sepulcro. Vivimos con Cristo una
nueva naturaleza, la divina. Y somos libres realmente de decidir a
quién servimos todos los días si a nuestra naturaleza vieja, que es
el pecado con todas sus consecuencias o al Espíritu Santo que nos
muestra a Dios en la persona de Jesucristo. El espíritu Santo es la
primicia de esa nueva vida eterna, es la garantía de que Dios nos
dará entrada en su reino. Porque Dios no puede dejar a su espíritu
en medio de la muerte y el infierno.
Por eso oremos porque el
Espíritu Santo sea derramado cada día en nuestros hogares, en
nuestras escuelas, en nuestras oficinas y fábricas. Pidámosle a
Cristo que deje habitando a su Espíritu Santo en nuestras casas
todos los días hasta el fin del mundo, Amen.
La resurrección de los muertos.
1 Corintios 15:20-28;
20. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo él
primero y primicia de los que se durmieron.
21. Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la
resurrección de los muertos.
22. Todos mueren por estar incluidos en Adán, y todos también
recibirán la vida en Cristo.
23. Pero se respeta el lugar de cada uno: Cristo es primero, y más
tarde le tocará a los suyos, cuando Cristo nos visite.
24. Luego llegará el fin. Cristo entregará a Dios Padre el Reino
después de haber desarmado todas las estructuras, autoridades y
fuerzas del universo.
25. Está dicho que debe ejercer el poder hasta que haya puesto a
todos sus enemigos bajo sus pies,
26. y el último de los enemigos sometidos será la muerte.
27. Dios pondrá todas las cosas bajo sus pies. Todo le será
sometido; pero es evidente que se excluye a Aquel que le somete el
universo.
28. Y cuando el
universo le quede sometido, el Hijo se someterá a Aquel que le
sometió todas las cosas, para que en adelante, Dios sea todo en
todos.
Meditemos:
Cristo
resucitó no solo para demostrar el poder de Dios sobre todo, sino
que como sumo sacerdote del templo santo de Dios, sigue liberando y
sometiendo potestades, reinos y tronos rebeldes. Hasta que no someta
todas las cosas no entregará el reino que ostenta y tiene. Porque no
solo es rey de Israel, es Rey de Reyes y Señor de Señores. Toda
potestad debe arrodillarse delante de Jesucristo y lo vemos
claramente cuando en su nombre todavía hoy día se hacen milagros,
se curan enfermos, se liberan de demonios y se congrega la iglesia en
su nombre.
Cristo
resucitó primero, y cuando sea el tiempo vendrá por los suyos, los
que guardaron sus mandamientos, los que proclamaron su evangelio y
cargaron su cruz hasta el final de sus días siendo testigos del amor
y el poder de Dios.
El
Espíritu santo nos revela y nos garantiza por medio de la fe, que
nuestro Señor vendrá por nosotros aun por aquellos que ya han
dormido en el Señor, porque los que nacieron en el bautismo a la
vida cristiana, no están muertos solo duermen esperando el llamado
de aquel que sacó del sepulcro a Lázaro.
Oremos porque la esperanza de la
resurrección jamás muera en nuestros corazones y que la fe nos
permita seguir luchando por cuidar nuestra salvación. Oremos porque
la Iglesia siga siendo bendecida por el derramamiento abundante del
Espíritu Santo, Amen.
El designio secreto de Dios, la victoria sobre la muerte.
1 Corintios 15:51-58;
51. Por eso les enseño algo misterioso: aunque no todos muramos,
todos tendremos que ser transformados
52. cuando suene la última trompeta. Será cosa de un instante, de
un abrir y cerrar de ojos. Al toque de la trompeta los muertos
resucitarán como seres inmortales, y nosotros también seremos
transformados.
53. Porque es necesario que nuestro ser mortal y corruptible se
revista de la vida que no conoce la muerte ni la corrupción.
54. Cuando nuestro ser corruptible se revista de su forma inalterable
y esta vida mortal sea absorbida por la inmortal, entonces se
cumplirá la palabra de la Escritura: ¡Qué victoria tan grande! La
muerte ha sido devorada.
55. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh
muerte, tu aguijón?
56. El aguijón de la muerte es el pecado, y la Ley lo hacía más
poderoso.
57. Pero demos gracias a
Dios que nos da la victoria por medio de Cristo Jesús, nuestro
Señor.
Meditemos:
¿Quién
como Dios? ¿Quién podrá superar su amor infinito?
Dios
padre planeó y llevó a cabo el plan de salvación más misterioso y
grande jamás pensado. Solo la sabiduría de aquel que creó el cielo
y la tierra podía llevar a cabo tan gran misterio. Y en la persona
de Jesucristo el Dios de los cielos nos brinda la oportunidad de
vivir junto a El por toda la eternidad. Y la muerte que había creado
un reino de terror indestructible será
derrotada de una vez y definitivamente el día de su retorno. El
pecado será lanzado al lago de fuego y con él la muerte y quien en
el principio lo engendró y lo multiplicó en el mundo, el Diablo.
Esta es la
esperanza de todo aquel que se proclama cristiano, que Cristo
retornará por los suyos, por aquellos que tienen el Espíritu Santo
y cumplen sus mandamientos hasta el fin de sus días.
Oremos
porque el día final, cuando nuestro Señor Jesucristo se revele con
su gloria infinita podamos ser de los suyos y en un abrir y cerrar de
ojos seamos arrastrados hacia su encuentro en los cielos. Soñemos
con ese momento y en el instante de la tentación recordemos el
galardón que nos espera por ser fieles a Jesucristo, Amen.
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